miércoles, 17 de noviembre de 2010

Esta madrugada

Zumba... zumba, se va, vuelve, me gana. Cierro las persianas de mis ojos. Creo que está cerca. Cuando al fin se cierran, se siente el aleteo, el zumbido incesante de un mosquito, que   no me deja dormir. Trato de atraparlo pero el muy turro se me escapa, logro tocarlo, no matarlo.
 No se que, no me deja dormir, si el ruido que  produce con su movimiento, o el miedo a mis pensamientos  trágicos. Como que se  meta dentro del oído, me pique,  se hinche e infecte, con el toda la cabeza,  morir y  otras tantas cosas me puedan pasar. Aunque la verdad es que no escuché que alguien muera, por la picadura de un mosquito de verano, estos que hay en el oeste de Buenos Aires.
El mosquito viene, va, el miedo también. El  miedo viene, va, cambia de imagen, pero es el mismo.
Ese miedo que viene en los genes y se transmite de generación en generación como una cadena sin fin; que nos dice que en casa hay que temerle al ”hombre de  la casa”, en la escuela a la maestra, en la calle a la policía, en la iglesia al diablo, aunque el que te castiga es dios o en la tele que nos dice que hay que temer al que tiene menos que uno, así nosotros podemos castigarlos.
 Ese miedo que se logra a través del mando, del poder de castigo, para controlar más fácilmente,
Ese miedo egocéntrico que controla nuestras vidas y nos hace pensar solo en el.
Miedo a la autoridad, esa que tiene el poder de estar encima de nuestras decisiones, de nuestra razón, de nuestros sueños.
Esta madrugada el mosquito tuvo en sus alas el control de mi descanso... ¿el mosquito o el miedo? 

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